viernes, 9 de febrero de 2018

La "revolución" de los guásaps...homiléticos.



La involución de las renuncias a favor de la grey...

Desde que comenzó a gestarse allá por 2012 lo que se ha llamado de muchas maneras y no ha cuajado más que en daños judiciales y huidas de opereta a reinos extranjeros, la clase política catalana, por miedo, precisamente, a esos reveses judiciales que ahora sufren, delegó en dos asociaciones bien regadas con dineros públicos la agitación social imprescindible para crear un caldo de cultivo que permitiera, andando el tiempo, lo que han voceado como "plantar cara al Estado español" o "declarar la República Catalana". En lo primero, aún perseveran; en lo segundo, están viendo por sí mismos  a dónde conducen ciertos actos políticos contrarios a Derecho. Me refiero a la ANC, dominada políticamente por DRC y Òmnium Cultural, oxímoron  feroz donde los haya. De todos es conocida la obra de agitación que ha ido conformando una mentalidad parafascista en amplias capas de la población, siguiendo el modelo de deformación nacionalista propio de regímenes como el nacionalsocialismo en la Alemania de finales de los 20 y los 30 del pasado siglo. A nadie se le escapa la labor de divulgación del supremacismo nacionalista que ha calado en un terreno más que abonado al mismo, porque siempre "ha estado ahí" y solo ha necesitado que los dineros públicos regaran abundantemente el parterre para que medrara la flor hedionda del odio. Nos avergüenza a todos los catalanes de buena fe que movimientos de esa perversa naturaleza, como el de Le Pen en Francia, el de Bossi en Italia o el de los "auténticos finlandeses" en Finlandia se hayan convertido en la imagen exterior de Cataluña durante tanto tiempo y con tan onerosa inversión de dinero para conseguirlo. Va cambiando, afortunadamente, la percepción internacional de ese movimiento y ya nadie se equivoca sobre la verdadera raíz filofascista del mismo, es decir, el peligro que supone la extensión de movimientos xenófobos y supremacistas como este para la propia supervivencia de Europa como proyecto político de integración que supere la rémora de los nacionalismos atávicos, de los particularismos identitarios contrarios a los derechos individuales. Atendiendo al requerimiento que hacía Unamuno de que se estudiara lo que él llamaba la "intrahistoria" para determinar la verdadera naturaleza de los fenómenos históricos, he querido fijar mi atención en un fenómeno al que no sé si se le ha dado la importancia real que tiene en la gestación de este endriago disparatado en que se ha convertido el movimiento secesionista catalán: me refiero a las sólidas cadenas de guásaps que han atravesado la geografía catalana sembrando el odio exacerbado y configurando, en forma de homilías laicas, el culto a la nación y a sus representantes en la tierra. Yo conozco el fenómeno no directamente, porque mi alergia a figurar en grupos de guásaps, con la única excepción de la "Sociedad Limitada" que formamos mi Conjunta y yo con nuestros dos hijos, me lo impide. Ella, mi Conjunta, sí que forma parte de dos grupos, uno ultracombativo a favor de la secesión y el otro solo en parte. Gracias a la lectura -y a los indignados comentarios que le seguían, por parte de mi Conjunta- de esos mensajes alienados he podido entender, creo que con razonable fundamento, la mentalidad retrógrada, alienada, religiosa y supremacista que ha caracterizado lo que personajes de la pseudoizquierda como Domènech,  por ejemplo, consideran un fenómeno "progresista". De hecho, la tónica general de esos guásaps no era la de la reflexión política o el comentario personal sobre la situación, sino la mera transmisión de las consignas que los "adeptos al Régimen en proceso de formación" habían de seguir acríticamente. Si la palabra no estuviera ya demasiado deformada, ¡y tan grotescamente!, esos mensajes constituían poco menos que el "argumentario secesionista" para hacer frente a posibles interpelaciones de los "españolistas, unionistas o colonos" en la vida corriente, aunque, dada la virulencia de los mensajes, no era fácil concluir que quienes los recibían y seguían difícilmente podrían "interactuar" con personas que no practicaran su "adhesión inquebrantable a los principios del Movimiento Nacional secesionista". No solo se ordenaba qué televisión se había de ver o qué periódicos leer y  que emisoras de radio escuchar, sino que se pasaban las citas ara caceroladas, manifestaciones o usos de signos combativos, fueran los desdichados lazos amarillos o el merchandising de la ANC, así como a qué horas habían de hacer según qué y qué días habían de hacer cualquier otro disparate que se les ocurriera. A través de esas cadenas de guásaps que habrán creado una red de araña lisérgica en toda Cataluña, se ha ido tejiendo una complicidad en el supremacismo capaz de dar sentido a tantas vidas como las que alimentan, en su último tramo vital, la loca esperanza de ver triunfar un golpe de Estado que, ¡por fin!, las libere de su dependencia de España y de su condición de ciudadanos españoles. Sí, sin la complicidad entusiasta de la tercera edad, y aun de la cuarta y de la quinta -si nos atenemos a San Isidoro de Sevilla- esta demencia social no hubiera prosperado. Las cadenas de guásaps de mi Conjunta son de jubiladas,  personas que en otro tiempo  incluso llegaron a tener un pensamiento propio, o lo más parecido a él que quepa imaginar en una sociedad democrática moderna, y no pocas de las participantes son universitarias, pero se ve que el veneno del nacionalismo no respeta ni la formación ni la sindéresis. Día a día, sobre todo en el ultimo año, me he desayunado, comido y cenado con la lectura de esos disparates que sacaban de quicio a mi Conjunta y la ponían al borde del ataque de nervios, como a mí mismo, aunque siempre defendí que no dejaba de ser una muestra de chochez presenil, porque el formato de catequesis de los mensajes no dejaba lugar a dudas. Bien mirado, es lo único bueno que ha tenido el prusés, potenciar el activismo de tantos viejos, a quienes deseo que el desengaño final no les cause un estrago de salud que los balde, porque todo apunta en esa dirección de la renuncia a la demencia colectiva que ha supuesto el objetivo de crear una República catalana independizada del Reino de España. Sumirse en la masa de forma acrítica y con espíritu tan marcial y obediente como el que hemos visto a lo largo de estos años no podría haber sido posible sin esa red de guásaps que ha reforzado la fe milenarista en la Cataluña ahistórica e inventada con que tantos catecúmenos del nacionalismo han hecho sus pinitos en el mundo de la revolución con red. Las divisiones del secesionismo y la huida de Puigdemont, sin embargo, parecen haber puesto en sordina esa potente red de alienación que poco a poco irá dejando paso a mensajes menos apocalípticos e inmoladores, como las reuniones de antiguas compañeras de trabajo, la celebración de algunas bodas de oro o la recomendación de la lectura de algún artículo que ponga los puntos sobre las íes del infinito desvarío de este prusés que poco a poco está incluso matando a los mensajeros.

2 comentarios:

  1. Estos wasaps que nos traes y otros comentarios leídos en publicaciones separatistas me hace ver la naturaleza ingenua e inocente de tanto crédulo y creyente que los difunde. Son propios de un activismo pueril, sin argumentos, solo, como dices, con consignas y actos de fe, que me parecen impropios de una sociedad que creía culta y avanzada.

    Su identificación con la lucha de Gandhi o Martin Luther King o con Rosa Parks o Mandela me hacen estremecer. La identificación de los catalanes con los judíos en la época de Hitler o con los palestinos frente a los israelíes me producen estupefacción. No entiendo esta credulidad infantil, juro que no puedo comprender cómo gente culta y leída puede caer en esto. Yo tenía un amigo y resalto lo de tenía, que es un jubilado activista de cualquier causa justa del mundo, lo que le lleva a identificarse con Hugo Chaves entre otros. Pues bien, un día por error me envió un email promoviendo la delación de los institutos o escuelas que aplicaran la ley y tuvieran un 25 por ciento de las clases en castellano. Había una lista de escuelas e institutos a los que se delataba y señalaba. Me pareció tan repugnante que di por acabada la relación. Y es un gran lector, extremadamente culto y progresista, tanto que al final asume postulados abiertamente reaccionarios y macartistas. Es una pena, nos han roto por la mitad.

    Supongo que en el grupo de wasaps, tu compañera no dice nada contrario y solo se limita a leer. Si hablara a favor del 155 o en contra del prófugo de Bruselas, la libertad de expresión ya no les parecería tan maravillosa.

    En fin. No hay campo sin grillo, ni tonto sin amarillo.

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  2. Son esos grupos en los que acabas no sabes bien ni cómo ni cuándo y del que ha estado a punto de darse de baja, pero la decisión de estar al corriente de lo que iba "pariendo" la irracionalidad del prusés ha prevalecido sobre la repugnancia que nos causan los susodichos guásaps. Sí lo peor de todo es la constatación de la mediocridad humana de tanto siervo de la gleba dispuesto a gritar "¡Vivan las caenas!" en pleno siglo XXI, porque se han encadenado a la demencia de una manera ciega y total.

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