sábado, 8 de noviembre de 2014

Vísperas de nada...



      Al son alegre y trirrítmico de la soñada independencia, las huestes secesionistas velan armas para la fiesta de la onfalocracia catalana, vísperas, pues, de la nada con cebolla que tantas lágrimas hará derramar en días venideros. Más aún cuando se sepa, como ya se ha publicado, que se vota porque una parte del tripartito gobernante COC-UOC-DRC (me permito sustituir "democrática" por "onfalocrática", por el rigor conceptual que me exijo) ha pactado con "los castellanos" -en terminología ferretina, conspicuo comentarista de Crónica Global, más extendida de lo que parece- que mañana 9 de noviembre -cuando todo el mundo conmemora con la genuina emoción que produce conseguir la libertad para un pueblo oprimido, la caída consentida del muro de Berlín y el fin del monstruoso sueño de la razón que fueron los regímenes soviéticos- muchos ciudadanos genuinamente ingenuos vayan con su voto ensisismado a construir su propio muro, el que proteja la singularidad especialísima de su especie, en auténtico peligro de extinción, al parecer de quien les persuade de que ese voto es la defensa contra el fabulado perecer inminente. Me pongo en la piel del heroico votante que, revestido con las manifestativas galas rojigualdas, pensaba ir a realizar un acto de afirmación nacional, una prueba incontestable del hecho diferencial catalán, y se me abren las carnes por el engaño masivo que ha conducido a que me sitúe ante una urna "tolerada para menores" y sin otra consecuencia legal que el magro y parvo sentimiento de haber cumplido fielmente con la obediencia debida a los voceros de la madre patria, con una sonrisa -la mejor arma murieliana- que, a medida que han ido apareciendo noticias sobre la componenda politiquera, se ha ido contrayendo en los labios hasta componer la objetiva expresión del chasco padre. La piedad me impide hacer mañana un recorrido ciudadano para comprobar "a pie de urna" si, dado el material fungible, algún chasqueado se ha llenado de la ira mínima con que aplastarla de un simple puñetazo. Es muy probable, sin embargo, que la típica naïfidad del común de los mortales de este pueblo pacífico, hospitalario -siempre que cada cual pague lo suyo, por supuesto- y muy amigo de la broma, sea contrarrestada por los mastines que han encajado el proceso entre sus mandíbulas y que les gruñirán que, a pesar de aparecer en periódicos pruseístas, esas noticias de las negociaciones a espaldas de todos para aguar la gran traca final del prusés, son los intentos desesperados del Gran Poder que tiembla por la proximidad de su fin. 
Como el resultado ya está cantado de antemano, porque bien que se enorgullecen de no dejar nada al azar, el problema va a ser casar esos resultados con las caras largas de quien vota "permitido" y con las lágrimas dillunseres por la inutilidad de tot plegat.

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