domingo, 29 de diciembre de 2013
Un banco, una plaza, una mirada...
sábado, 21 de diciembre de 2013
Carta, en catallano, de la Forcadell al Poz.
li escribo porque me an dicho que es vosted un crítico feros del nuestro movimiento nacional para la independensia que, de una vez per totes, nos separi de un país tan endarrerido i poco desenvolupado como la Espanya que, parece ser, segon me disen quienes toman nota de todos vostedes pera elaborar las llistas de los enemigos del nuestro pueblo, vosted defiende a capa i espasa. Li quiero desir que vosted no entenderá nunca lo que significa el nuestro movimiento nacional, porque vosted es incapaç d’entender què significa ser catalán i el urgullo que tenemos todos nosotros de serlo, que es lo más grande que se puede ser en esta vida. A vosted le carcome la envedia, porque nunca ha sentido aqueste esperit de “germanor” –que li desimos en catalán- i que no es exastamente la solidaritat, que disen vostedes. És vosted un descregudo i un escéptico i por les venes de vosted no correrá nunca el sentido de pertenença a un pueblo tan fuera de mida como el nostro poble catalán. Me hace lástima que vosted sia incapaç d’entendrer la dimensión trascendental d’aquesta pertenença, perquè todo y que s’afani en escribir en catalán, con eisó solo no basta per a sentirse catalán com nosaltros. És igual que haigui vivido quasi toda la seva vida entre nosaltres. Nunca arribará a ser com nosaltres. Somos de una otra clase. Podria haver li escrito en catalán, porque vosted lo escribe, peró he querido tornarle el “favor” i enviarle el mio menysprecio en la seva llengua, peraque vea que no “em duelen prendes” –como dicen vostedes– i no “se me cain els anellos”. Como hasía mucho tiempo que no lo escribía, hasta y todo me ha hecho grasia adresarme a vosted en la llengua en que vosted siente i que tanto nos ha fecho sofrir a nosaltros. Somos una nació milenària i tornaremos, puede ser, a sofrir, peró también a vencer, i nunca gente com vosted podrá impedir que los catalanes reeiximos en la defensa de les nostras convinsiones.
sábado, 14 de diciembre de 2013
Las separaciones: ¿Una moda?
Efectuar el
mismo recorrido urbano diariamente, en este caso para ir al trabajo y regresar
a casa, permite al observador atento percatarse de realidades que acaso para
muchos otros pasan desapercibidas. Los horarios nos acercan a quienes los
comparten con nosotros durante ciertos tramos de esos itinerarios, y aunque nos
cruzamos y estamos harto de reconocernos, jamás damos el paso de saludarnos
para conocernos, porque un afán comunicativo semejante quizás sería incluso mal
interpretado. La sociabilidad expansiva se considera una agresión.
Soy muy sensible a las separaciones, e
interpreto con facilidad las señales del distanciamiento, del desencuentro, del
rencor y de los más mínimos agravios que se fruncen en el entrecejo,
acordillerándolo, o en los labios, apiñonándolos. Se ha establecido
estadísticamente que el verano es mala época para las parejas, quizás porque
han de convivir las ¡24 horas del día! sin tener la costumbre, y porque han de
hacerlo de manera abrupta de un día para otro, cuando se abre la veda de las
vacaciones y ambos contendientes se encuentran frente a frente, dispuestos a
compartirlo o sufrirlo todo. Ignoro, de las personas con quienes me cruzo, el
origen de sus morros, de su frialdad y de su desamor, pero lo evidente me basta
para tomar nota de los poderes de ese potente desamor, ¡tan poderoso o más que
el propio amor! Al margen de las biografías in itinere, a las que tan
aficionado soy, porque me permiten escribir biografías imaginarias que nunca
han de ser falsadas, por más que yo las falsee, en los tres últimos meses he
sido testigo de no pocas separaciones, como si, curiosamente, se hubieran
puesto de moda. La primera, la de la pareja que regenta el quiosco de prensa.
Acostumbrado a ver al hombre en su garito, expuesto a la intemperie —que en sí
no tiene sentido negativo, aunque sí le hemos echado los hablantes esa adversa
connotación— los 330 días del año, me quedé sorprendido al ver a su mujer a las
6 de la mañana del domingo (acompañada por su padre): «A partir de ahora lo
llevaré yo sola», fue toda la explicación, que me recordó el intento de
usurpación de Alexander Haig: I’m in charge now, tras el atentado que
sufrió Reagan. Ante legítimas parcas explicaciones huelgan las cuestiones. Tomé
nota. «Que sea para bien» , fue todo lo
que me atreví a decir, amparado en mi antigüedad clientelar.
Durante años me he cruzado con una pareja
mixta, él, nativo, ella, o cubana o dominicana, a simple vista y nula audición,
que caminaban juntos y, a veces, ella colgada del brazo de él. Nunca hablaban.
Es hora temprana, la de nuestro cruce, y poco amiga de la locuacidad.
Comenzaron a separarse dos baldosas, aunque seguían caminando juntos. Es
llamativa la expresión de reconcentración que exhiben dos seres que tienen
muchas cosas que decirse, o que gritarse, y que se instalan en el mutismo
absoluto que las bufandas del invierno permitían camuflar. Transmitían ese
estado de «estar a punto de explotar» que tan nítidamente captan lo no
involucrados en la querella. Trabajan en dos cafeterías diferentes. Al
separarse, al llegar al primer destino, ella seguía recta y él giraba a la
izquierda, sin decirse nada, ni gestualmente. Este otoño la separación se ha
consumado. Él sigue inalterable, como si hubiera echado el ancla en el proceso
y no tuviera intención de modificar los hábitos de la indiferencia. Ella, sin
embargo, ha cambiado y mejorado su aspecto, sonríe, se maquilla y hasta su
manera de caminar se ha transformado: antes cruzaba los brazos y se
autoestrechaba casi en gesto de protección, de defensa; ahora, sin embargo,
penden los brazos, los hombros se han alineado y los pechos han salido de la
represora madriguera. A él he dejado de verlo. Habrá escogido otro camino u
otro empleo u otra localidad. Con ella sigo cruzándome, pero ni se fija en el
observador.
Las razones para divorciarse formarían un
hermoso capítulo del libro nacional de los disparates, que en Inglaterra es
todo un señor género literario, el nonsense, pero el carácter
radicalmente individual de quienes las sostienen, aunque coincidan con otros,
por un lado; y la complejidad infinita que involucra dos ¡o cuatro o cinco o
seis biografías!, por otro, convierten las separaciones en un proceso
casuístico ante el que las viejas polémicas sobre el sexo de los ángeles
podrían considerarse geometría incontestable.
Una pareja allegada y otra del ámbito familiar han decidido seguir caminos opuestos. Antes era común devenir oído de monólogos infinitos y redundantes hasta la saciedad. Ahora apena hay explicaciones: «Que se ha acabado, y ya está, y no hay más que hablar. Finito. ¡Y punto!», aunque a uno le extrañe una parte del desahogo, porque, llevado por la confusión, entiende que el «nada que hablar» era en el seno de la pareja, no con el negado confidente. Detecto cierta banalización en esto de las separaciones. No han de convertirse en una tragedia helénica, por supuesto, pero hay algo así como un «gatillo flojo» —nada que ver con el gatillazo!, que si es recurrente justifica cualquier separación…— en la toma de la decisión, una facilidad y rapidez, que nos habla de cierta incapacidad para asumir la contrariedad, la divergencia, los errores, los malentendidos, los temperamentos, las adversidades. La instrumentalización del otro se ha convertido casi casi en ley. El «si no me sirve para…» o el aún más hiriente: «si ni me sirve para…» forman parte de esas pseudorrazones que el oyente escucha estremecido. En cualquier caso, se trata de un proceso, a pesar de la banalización, que tiene dos momentos muy marcados: el del dolor inicial: «¡Cómo ha podido hacerme esto!» y el del alivio final: «¡Como he podido estar tan ciego/a!». Entremedias, claro está, hay un rosario interminable de dimes y diretes que consume la paciencia del más devoto de los amigos.
Ahora acabo de enterarme, uno no sabe si
por efecto de esta ola de separaciones que nos invade, que una de las Cataluñas
reales quiere separarse de todas las españas reales e imaginarias. Estoy
perplejo. No sé si la psicología de masas o el magnífico libro de Canetti: Masa
y poder, me ayudarán a sacar algo en claro. Tengo observadas a las dos
miembras —seamos políticamente correctos al Zapatero and Bibiana old style— de
la pareja, pero, a pesar de haber visto la aburrida y cansina La vida de
Adele, no sé si en las parejas homosexuales los patrones de conducta se
asemejan a las heterosexuales o hay diferencias que pueden escapársele al no
ejerciente. Cuando haya descubierto algo de relieve a partir del tribadismo de
la tribu *divorciante, traeré la reflexión a este blog. Del roce nace el cariño,
dicen, y aun el placer, pero algo ha fallado en esta pareja centenaria. ¿Será
la tan cacareada incompatibilidad de caracteres? ¿O habrá denuncia por medio de
malos tratos físicos y psicológicos? Sigo atento.
viernes, 6 de diciembre de 2013
EL DÍA CONSTITUIDO
viernes, 29 de noviembre de 2013
La Moreneta caganera.
viernes, 22 de noviembre de 2013
Una vez al año
viernes, 15 de noviembre de 2013
Confesiones secesionistas
Casuística confesional de la secesión (traducida del catalán para gracia de los lectores foráneos -forajidos para los secesionistas- de esta Provincia).
* Silvia del Río fue el pseudónimo de un eminente y socarrón escritor catalán.
viernes, 8 de noviembre de 2013
La irrealidad literaria catalana
Un realismo, el de la literatura catalana, sin apenas realidad...
Soy lector. Lo confieso. Casi avergonzado. No uso móvil. Lo confieso también. Casi con orgullo. Y esa afición lectora se vierte sobre cualquier tipo de escritura. E incluso hago lo mismo que solía hacer Cervantes: leo hasta los papeles que me encuentro caídos por la calle. Ahora también libros, no sólo papeles, porque la práctica del crossbooking siembra las calles de libros que, dicho sea de paso, son ilegibles la mayoría de ellos. Es una moda que invita a aliviar la biblioteca particular, más que a enriquecerla, sobre todo si, teniendo la afición a la lectura y la colección de lo que se lee, los volúmenes amenazan con tapizar todas las paredes de la vivienda. También soy aficionado a la lectura de los prospectos de los medicamentos, un género con poco público, pero quiero creer que selecto. Lean, por ejemplo, el del Roacután, y tras haberlo hecho llegarán a la conclusión de que las novelas de terror de Stephen King son más inocentes que el Pulgarcito...
Leo en catalán, como lo hago en castellano y, de tanto en tanto, en inglés, para que no se me oxide definitivamente. Y quiero constatar hoy la inexistencia de la corriente realista en la literatura catalana, ya entendamos el realismo como mímesis ya como interpretación (y uso estos conceptos con la laxitud que permite un espacio como este observatorio), como síntoma, sin duda, de una negación de la realidad que se traslada al mundo político nacionalista y al mundo subjetivo de cada catalán, siempre dentro de la subespecie secesionista. Cualquiera que haya leído una novela catalana ambientada en una ciudad importante de Cataluña, pero también en otras más pequeñas e incluso hasta en algún minúsculo pueblo, habrá advertido que a lo largo y ancho de sus muchas o pocas páginas es no solo raro, sino imposible, hallar una palabra en castellano, y menos aún un diálogo o alguna expresión coloquial en castellano, y menos aún la presencia de un personaje que tenga el castellano como lengua habitual de comunicación. Me recuerda, a su modo, a aquellas primeras salidas de los reporteros de Aló3 a ciudades como Hospitalet y Santa Coloma, donde empleaban más tiempo en encontrar a quien les contara lo que sucedía o les diera su opinión, en catalán, que propiamente a la tarea informativa: del orden de 3 horas para encontrar al catalanoparlante idóneo -que las cribas ya comenzaron mucho antes de las multas por los rótulos-, y de 45 segundos para recoger la información o la opinión.
Para una novela cuya acción trascurre en Barcelona, digamos que tiene un mérito indiscutible conseguir deformar la realidad hasta el punto de que la verdadera realidad de la ciudad no aparezca en ella. Y no lo digo solo por el castellano, es obvio, porque Barcelona es un mosaico lingüístico en el que resulta harto difícil vivir exclusivamente en catalán. Quizás por eso chirriaba tan exageradamente una versión catalana de aquel podrido bodrio propagandístico de Woody Allen que fue Vicky, Cristina, Barcelona -una auténtica woodyfarra, como la calificó con enorme acierto Salvador Moreno peralta, en el que la protagonista, si no recuerdo mal, viene a Barcelona a "estudiar la identidad catalana" -en el guión original venía, como el 90% de los americanos jóvenes, a estudiar español.
Esta molesta inclinación hacia la deformación de la realidad puede explicar, sin duda, el decantamiento del catalanismo político hacia la fantasía, los cantos de sirena y las quimeras.
No soy escritor, eso es evidente, pero si me propusiera serlo -quién sabe, a lo mejor acabo animándome, a juzgar por ese hueco "realista" que deja la novela catalana-, está claro que en mi primera novela cada cual saldría hablando como lo hace habitualmente o como lo hacen los personajes entre sí de forma habitual. No me extraña que tengamos un conflicto freudiano tan grande entre la realidad y el deseo en esta tierra.
viernes, 1 de noviembre de 2013
IDENTIDAD Y CRIOTERAPIA
viernes, 25 de octubre de 2013
El desquite de las camarógrafos aficionados
sábado, 19 de octubre de 2013
El sociólogo inocente.
Dime qué lengua hablas y te diré quién no eres...
jueves, 10 de octubre de 2013
El reto verdadero
miércoles, 2 de octubre de 2013
La realidad y el deseo...
Vida oficial y vida real
Cuando en una sociedad se ha producido el divorcio que existió, por ejemplo, durante las postrimerías del franquismo, ambas vidas, ambas realidades se producen de espaldas la una a la otra. ¿Quién diablos se interesaba por lo que hacían las cortes franquistas, con aquellos "procuradores" elegidos por "tercios"? ¿Quién hablaba de si habían decidido esto o lo otro? ¿Quién conocía siquiera el nombre del presidente, ya que no había fuerzas opositoras, que todos eran expresión magnífica del unanimismo, ¡que no, desgraciadamente, del unamunianismo!? Pues lo mismo ocurre ahora en Cataluña, mutatis mutandi, que no hay que cambiar mucho, la verdad sea dicha, porque parece haberse impuesto un cierto "matonismo ideológico" desde el poder que deja poco lugar a dudas de cuál sea la raíz de planta tan maléfica. Quiero decir con este preámbulo que cuando deambulo, y lo hago mucho, por mi barrio, yo soy un "hombre de barrio", atento al microcosmos, antes que a la hipérbole histórico-mesiánico-mosaica que pretende ocupar toda la realidad sin que, la pobre, pueda traspasar más frontera que la de su reducido mundo de seguidores fanatizados, como la nación manda, me percato, digo, de que el vergonzoso Debat de Política General, que ni siquiera llega, nominalmente, a debate sobre el Estado de la Nación, a pesar de las protestas continuas sobre la ineluctabilidad de ambas pretensiones, no es que haya pasado sin pena ni gloria, sino que ni siquiera ha pasado, ha ocurrido. Ni una frase -porque ideas, todo sea dicho en honor a la verdad, no se ha escuchado ninguna- ni latiguillo ni eslogan ni ningún insulto elegante o desplante ingenioso ha llegado a la memoria de las gentes con las que me he cruzado estos días. Ni en los bancos de la calle, ni en las colas del mercado, ni en la parada del autobús, ni en el bar de la esquina, ni en la charcutería, ni en el súper de toda la vida, ni en los bancos del parque, ni en la copistería ni en la farmacia ¡ni en la barbería! he oído dos retazos de conversación que hayan tenido como objeto el famoso debate de política general. Creo recordar que hay una obra que se titula Los secuestrados de Altona, y me acuerdo del título, pero no del autor, porque no soy persona demasiado leída, sino muy paseada, y me parece que es del todo aplicable a quienes nos representan desigualmente: Los autosecuestrados de la Ciudadela, porque parece que se hayan metido en ella para protegerse de la realidad en vez de para influir en ella, excepto en cuestiones anecdóticas como la reescritura de nuestra Historia taurina comunísima con el resto de España. Como si la famosa quema de los conventos de Barcelona en 1835 no hubiera tenido su origen en una protesta por la mansedumbre de los toros que se lidiaban en la plaza de San Miguel de la Barceloneta...
El título de esta entrada es ya un lugar común, pero fue el título de un libro de poemas cuya lectura sería muy instructiva para cuantos hacen del "choque de trenes o de autos" una filosofía de la Historia. Disculpen el cierre. Me ha dado un golpe de calor intelectual. Prometo enmienda.Estos octubres calurosos acaban con cualquiera.
martes, 24 de septiembre de 2013
Mosaico (sin segundas) dominguero...
He de reconocer que Barcelona, desestelada, cambia mucho, y para bien. La ciudad se vuelve más habitable e incluso no saber de qué pie demagógico calza el vecino con quien nos cruzamos nos permite relajarnos e imaginar que tanto afán secesionista no es más que una lluvia de finales de verano, de esas que nos llenan de melancolía el corazón cuando nos despedimos del lugar de veraneo donde sepultamos tan buenos propósitos como llevamos al llegar.
Una pareja de jóvenes de 14 años en Montjuïc. No saben qué decirse. Están parados. "¿Adónde vamos?" "No sé, donde tú quieras, me es igual". "No, escoge tú, de verdad". Y vuelven a pasar legiones de ángeles. Son guapos, los dos. Él repeinado a la gomina, como un chulo de baja estofa. Ella, provocativa, sin llegar a putón verbenero. Es indudable que se gustan. Pero son dos almas intransitivas. No sale nada de ninguna de ellas hacia la otra. Ni palabras. Se aburren. Como las clásicas ostras. Aún no bostezan. En el fondo piensan que se lo estaríab pasando mejor con los y las colegas, en vez de forzar una unión de pareja a la que poco pueden aportar, además de que se gustan "a rabiar". Y ahí se acaba la cita. Y las comillas. Son expresión directa de la precipitación y la ignorancia. Aún no han empezado a vivir y quieren tener un pasado hecho y derecho. Recuerdo Dos en la carretera. El final, claro. Pero son dos críos.
Doy vueltas a l'Escorxador como meritorio fondista de vía estrecha. Me llega la música del escenario que hay ante la fuente de Montjuïc. Pasan bandadas de nenas impacientes y nerviosas, porque van a ver a sus ídolos musicales, que cantan en inglés desembotellado. Son casi todas esqueletos andantes, puros huesos que triunfarían en la fiesta de Todos los Santos en México (dígase Méjico). Los cantantes quieren oír el calor del público y se empeñan en que borregueen a voz en grito algunas respuestas que les estimulen. Tengo la sensación de que solo irán niñas al concierto. Me pregunto cuántas se estelaron más de una semana atrás.
El Ayuntamiento paga las fiestas de la Mercè. No ayuda como debería a las familias en riesgo de exclusión social -doy fe profesional-, pero ofrece todos los espectáculos "gratis" a sus saqueados vecinos. Mientras me estiro sobre la verja de la guarida de la grúa, infernal Hades donde los haya, me viene a la cabeza la soberbia del alcalde y sus deseos olímpicos invernales.
Regreso a la carrera por Diputación y continúo con la estadística de las banderas. Siempre me sale el mismo resultado: son una minoría.
Como en un restaurante francés. Los clientes hablan en castellano, alemán e inglés.
Leo el diario y hago punto de Cruz. ¿O fue ayer?
miércoles, 18 de septiembre de 2013
Pederastia ideológica secesionista
A SU IMAGEN Y SEMEJANZA:
domingo, 15 de septiembre de 2013
DE DEBAJO DE LAS PIEDRAS
Hoy es un día ceniciento. Chispea. Desaparecidos la grana y el oro de las cubanyeras del paisaje ciudadano, pañales del capricho, la urbe recupera su presencia habitual. Desde la calle llega el sonido sordo de las zapatillas de corredores que celebran, con excesiva antelación, la festividad de la patrona de la ciudad, aunque en vez del incienso escogen el sudor matutino, pero la patrona no cambia, ahí está, rindiéndosele tributo por ser quien fue. Pocos corren cubañerados y tampoco han crecido los gritos abanderados de los balcones, a pesar de la ola de público fiel al espectáculo de la afirmación que es negación y exclusión del otro si no comulga con los credos de esa supuesta mayoría que jamás ha sido testada en las urnas de unas elecciones en las que quienes deseen proclamar la ¿*? [República, Virreinato, Veguerelandia, Estat, a secas..., que cada cual rellene a su gusto, aunque la polémica para escoger qué fuera podría durar años..., sin acabar resolviéndose...]catalana lo dijeran expresamente a sus futuros electores en el programa con que se presentaran, y que, de salir escogidos, supusiera la negativa inmediata a asumir ningún poder que estuviera dentro de la Constitución española ni al amparo de ninguna de sus leyes, por lo que, de hecho, se constituirían como gobierno rebelde contra el reino de España y aspirarían a obtener el reconocimiento internacional que les permitiese consolidarse como tal estado. ¿Darán ese paso los de CiU, que solo piensan en asegurarse la mensualidad y en que devengue, en el caso de Mas, generosa pensión de jubilación tras el ejercicio de su breve poder liante? Me temo que quizás no vayan por ahí los tiros, los retóricos, se entiende... Cuando se ha hecho de la indefinición y la conservación del poder una ideología, como en el caso de CiU y del psC, la realidad se ve con diferentes ojos de los del resto de la ciudadanía.
Los ecos de la celebración de la derrota del 11-S, de la mayúscula torpeza política de elegir el perdedor -un caso parecido al de Mas a legislatura de hoy- dejan el poso de una amenaza en el ambiente: si la secesión triunfara, saldrían secesionistas de debajo de las piedras, del mismo modo que cuando triunfaron los nacionalistas rebeldes a la república, salieron aquí franquistas de debajo de las mismas piedras, con la palma de la mano bien tiesa y terne el ademán. Si cometieran el error primario de declarar unilateralmente la independencia de nuestra autonomía y hubiera de ser intervenida por la fuerza, igualmente saldrían constitucionalistas de debajo de esas piedras, siempre dispuestas, por lo que se ve, a cubrir el impulso acomodaticio de las personas movidas por los resortes del egoísmo personal. El sistema educativo de la Particularitat, puesto que solo gobierna para los secesionistas, no para todos, se ha empeñado en formar masa en vez de formar individuos con espíritu crítico, capaces de pensar por sí mismos y anteponer la razón a la divinidad nacional.
En todo caso, los individuos libres de las ataduras de la "obediencia debida" a los dioses de la nación, hemos de estar satisfechos y darles las gracias a señoras como la Forcadell, o la Casals de Unum Cultural, por volver a ofrecernos, como antes nos lo dio el patán ventrudo que fue Franco, un hermoso motivo para luchar contra el fascismo, esa suma de valores tradicionales "de toda la vida", presididos por el repique de las campanas "del único dios verdadero" que tiene el detalle, además, de dirigirse a sus súbditos en la única lengua nacida para hablar con él...; además de un rosario de exclusividades antropológicas que serían de tediosa enumeración, y en la que no sé si los de "vivan las caenas" incluirán a Josep Pujol, el famoso pedómano..., aunque por tradición, embolica que fa fort..., lo más seguro es que ocupara un lloc d'honor, como glòria catalana, pues tiene su importancia pasear por el mundo la tibia fragancia de les seques...
miércoles, 11 de septiembre de 2013
De Haffner a Pérez.
Historia de un catalán
Sirva el título de homenaje a un libro que nunca leerán con simpatía los secesionistas catalanes: Historia de un alemán, de Sebastian Haffner, escrito por su autor al hilo de los acontecimientos históricos que llevaron a la sociedad alemana a un cul-de-sac nacionalista del que aún están saliendo con no pocas dficultades. Leer ese libro y hacer un cotejo con nuestra sociedad catalana es un ejercicio de obligado cumplimiento porque en él se explica, desde la vida cotidiana, que es donde yo tengo montado mi observatorio, cómo fue posible que la irracionalidad perversa del nacionalismo se apoderara de todo un pueblo, salvo excepciones honrosas, pero impotentes ante una realidad que derivó hacia el estado policíaco bastante antes de llegar Hitler al poder. Los mecanismo de la mentira repetida ad nauseam, de la exaltación patriótica acrítica, de la comunión con el ídolo nacional, de la supremacía de la condición de catalán-catalán, aunque haya escasos ejemplares, dado el mestizaje de nuestra sociedad, si bien no son pocos los que se adhieren a esa xenofobia de la que extraen una suerte de exultante autoexaltación soberbia que les hace creerse "de otra pasta", y, los más extremistas, "de otra raza", Rh incluido; todas las estrategias tradicionales, digo, de los rancios nacionalismos totalitarios y expansionistas que refleja Haffner en su libro pueden descubrirse, sin tener que rebuscar demasiado, en nuestra asfixiante sociedad dominada mediáticamente e institucionalmente por el discurso nacionalista, ahora ya incluso por la amenaza secesionista. Haffner reprochaba a sus compatriotas, sobre todo, la cobardía ante las pruebas manifiestas de irracionalidad del Movimiento Nacional que se había llevado por delante viejas virtudes alemanas de tolerancia y crítica y la servil sumisión a ideales que deformaban la realidad hasta, por un lado el esperpento, y, por otro, la acción criminal. Hace unos días pasaron por televisión, no Alò3, claro, una película, Napola, sobre las escuelas de élite del Movimiento Nacional nazi, dirigida por Dennnis Gansel, el director de La ola, un experimento fílmico sobre el origen del fascismo, y en ella se observaba a la perfección la perversión del nacionalismo, de todos los nacionalismos.
En toda la sucia bazofia de propaganda que se nos trata de inocular día tras día desde este segundo Movimiento Nacional que a algunos nos está tocando vivir, para nuestro mal, hay una petición de principio que quisiera rebatir: que con la creación de un estado catalán independiente nada cambiaría respecto de la situación actual en la relación con el resto de España, y menos aún entre los catalanes dentro del nuevo estado. No es posible que desde el uso de la razón -no de las pseudorazones que son la propaganda y las creencias ideológicas- pueda ofrecerse una tesis semejante. La historia de este catalán que esto escribe es más que contraria a aquella tesis. No hace ni tres días que en una cena con unos amigos con quienes antes hablábamos de todo, insisto, de todo, ni siquiera mencionamos, como un pacto tácito previo, ni la vía catalana ni la situación de la política catalana ni nada de nada: nos centramos en las enfermedades, la familia y algunos excelentes chistes sobre la Botella. Es evidente que algo ha cambiado poderosamente y que sobrevolaba el encuentro la más que seria posibilidad de que una amistad de 40 años pudiera deteriorarse dolorosamente, aunque el silencio sobre ciertas zonas de la realidad nuestra de cada día ya es en-sí, un deterioro evidente. Si extrapolamos, y es legítimo hacerlo, esa situación a la relación de esa futura Cataluña independiente con el resto de España, ¿en qué cabeza cabe que los analistas secesionistas nos hablen de una realidad económica que no se verá alterada ni un ápice, lo que implica unas cuentas públicas de las que, restada la solidaridad interterritorial actual, sólo se derivarían jaujas para los catalanes? Quienes hemos tenido la desgracia de vivir un Movimiento Nacional en nuestra juventud, nos hallamos ahora, a la puerta de la vejez, sufriendo otro. Se mire como se mire, vivir dos Movimientos Nacionales en una misma vida es una condena trágica sin que medie una culpa objetiva que pueda justificarla.
La historia de un catalán, inédita, es La historia de un alemán, édita, punto por punto. Y desde la vida cotidiana, no desde las mentiras de los historiadores.